Evidencia de que el Pacto Mosaico es parte del Pacto de Gracia (1ra Parte)



Por Jay Todd

1. Esta visión tiene el mayor respaldo bíblico. Primero, las Escrituras nos dicen que la ESENCIA del Pacto Mosaico es la misma que la del Pacto de Gracia: Moisés le dice a Israel en Deuteronomio 7:12, "Y por haber oído estos decretos y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres". Observe que Moisés no está diciendo: Si escuchas estos decretos, entonces el Señor guardará contigo el pacto que está haciendo hoy contigo. Más bien, Moisés está diciendo: Si escuchas estos decretos, el Señor guardará contigo el pacto que había hecho con los Patriarcas. Dios no está diciendo: si abrazas los términos del Pacto Mosaico, te daré las bendiciones del Pacto Mosaico. Más bien, Él está diciendo: Si abrazas los términos del Pacto Mosaico, te daré las bendiciones del Pacto Abrahámico. Esto es porque el pacto que Dios estaba renovando con Israel en el Sinaí era el mismo pacto que había hecho con Abraham. El Pacto Mosaico fue simplemente una continuación del Pacto Abrahámico.  Esto es aún más explícito en Deuteronomio 29:10-13, donde Moisés le dice a Israel: "Vosotros todos estáis hoy en presencia de Jehová vuestro Dios... para que entres en el pacto de Jehová tu Dios... para confirmarte hoy como su pueblo, y para que él te sea a ti por Dios, de la manera que él te ha dicho, y como lo juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob". En otras palabras, lo que Dios está haciendo aquí en el Sinaí para Israel bajo Moisés es lo que había prometido hacer en su pacto con Abraham. Lo que Dios haría por Israel en su pacto con ellos era exactamente lo mismo que había prometido hacer por los patriarcas en su pacto con ellos. Entonces, si el pacto abrahámico pertenece al pacto de la gracia, y el pacto mosaico es lo mismo en esencia, se deduce que debe pertenecer también al Pacto de Gracia.

2. Las Escrituras nos dicen que los PRIVILEGIOS del Pacto Mosaico son los mismos que el Pacto de Gracia. El pasaje del Deuteronomio 29 citado arriba no solo nos enseña acerca de la esencia del Pacto Mosaico, sino también sobre los privilegios contenidos en el Pacto Mosaico. Leímos de nuevo: "Vosotros todos estáis hoy en presencia de Jehová vuestro Dios... para que entres en el pacto de Jehová tu Dios... para confirmarte hoy como su pueblo, y para que él te sea a ti por Dios..." Esta es la promesa de Dios a Israel en el Sinaí: "y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo"(Levítico 26:12). Hemos demostrado anteriormente que este es el latido de la promesa de Dios a Su pueblo en el Pacto de Gracia. Dios le dice a Israel en Éxodo 19:5-6 que si escuchan su voz y guardan su pacto, entonces "seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos... Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa". Estos son también los mismos privilegios dados en el Pacto de Gracia, porque leemos de los mismos privilegios del Evangelio en 1 Pedro 2:9-10, donde Pedro cita este mismo versículo, aplicándolo a los creyentes gentiles y diciéndoles: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios... "  Además, Dios otorga libremente la tierra de Canaán a su pueblo Israel como una herencia, que previamente había jurado prestar a los patriarcas y sus descendientes. Esto también fue un privilegio del evangelio, ya que la tierra de Canaán era una imagen de la herencia eterna que Dios había jurado dar libremente a su pueblo en Cristo. Entonces, todos los privilegios otorgados en el Sinaí fueron verdaderamente privilegios del evangelio.

3.  El CONTEXTO del Pacto Mosaico es el mismo que el Pacto de Gracia: El Señor comienza los Diez Mandamientos recordándole a Israel por qué obedecerían la Ley que estaban a punto de recibir: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre".  (Éxodo 20: 2). En la esclavitud de Israel en Egipto se enfrentaron con su desesperada necesidad de redención; pero en su liberación contemplamos la provisión de gracia de la redención de Dios. Habían sido esclavizados, pero ahora fueron liberados por el poder de Dios (Éxodo 9:16; Salmo 106: 8), después de haber sido marcados con la sangre del cordero de la Pascua (Éxodo 12:22). La Ley, entonces, solo se le da a Israel en el contexto de la redención. Israel no debe obedecer la Ley de Dios para ser liberado de su esclavitud en Egipto, sino porque habían sido liberados; no deben obedecer la voz de Dios para ser redimidos, sino como aquellos que ya habían sido redimidos. Vemos el mismo patrón en toda la Ley.  Levítico 11:45 dice: "Porque yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo". Deuteronomio invoca constantemente la redención de Dios de Israel de Egipto como el motivo y la razón de su obediencia. Una y otra vez leemos en las Escrituras de la Ley, como Deuteronomio 27:9-10, donde Moisés  le dice a Israel: "hoy has venido a ser pueblo de Jehová tu Dios. [Por lo tanto] Oirás, pues, la voz de Jehová tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos, que yo te ordeno hoy". Dios no le da a Israel la Ley para que se conviertan en su pueblo; Él les da la Ley como aquellos que se han convertido en Su pueblo.  ¿No es así exactamente como Dios nos llama a la obediencia en el Pacto de Gracia? Al igual que Israel, fuimos esclavos de nuestro pecado (Juan 8:34);  pero Cristo, nuestro cordero de Pascua fue sacrificado; y por la fe en Él ahora somos liberados por el poder de Dios (Romanos 1:16). Habiendo sido liberado, Dios nos da su Ley para obedecer. Pero como Israel, lo hacemos, no para ser redimidos, sino porque ya hemos sido redimidos. Entonces, Israel debía obedecer por la misma razón por la que lo hacemos ahora en el evangelio.

4. El REQUISITO del Pacto Mosaico es el mismo que el Pacto de Gracia: cuando se le preguntó a Jesús cuál era el mandamiento más importante, respondió que toda la Ley podría condensarse en esto: "Amarás al Señor tu Dios con todos tus corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas".  Nuestro Salvador eligió citar Deuteronomio 6:5, pero la Ley está llena de Escrituras como estas. Leemos en Deuteronomio 10:12, "Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma". Deuteronomio 11:18 dice: "Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma".  Lo que vemos es que la obediencia que Dios requirió de Israel llegó mucho más allá de lo externo, hasta la profundidad de su ser. La ley nunca fue cumplida guardando meramente un conjunto de reglas; siempre fue más allá de las acciones hasta los anhelos más profundos de nuestros corazones. Dios no solo le estaba ordenando a Israel que lo obedeciera de una manera perfecta, mecánica y robótica. Les estaba ordenando que lo amaran, que le pertenecieran por completo, que lo conocieran, lo apreciaran y caminaran con Él, que se aferraran a Él para seguirlo y servirlo con todo su corazón. Cuando Jesús expuso la Ley en los evangelios, no estaba enseñando nada nuevo; Simplemente estaba mostrando lo que la Ley había requerido todo el tiempo.  Es por eso que Pablo dice en Romanos 7:14 que "la ley es espiritual"; requiere mucho más que solo obediencia externa; se extiende a nuestros pensamientos, motivos y los anhelos más profundos de nuestros corazones. Entonces, lo que Dios requirió  de Israel bajo Moisés es lo que Él requiere de nosotros aún en el Pacto de Gracia. Esto es quizás más claro en Deuteronomio 10:16, donde Dios ordena a Su pueblo circuncidar sus corazones. Esto nos muestra que toda la obediencia que Dios requiere en la Ley  es una obediencia evangélica. Dios no solo está ordenando a Israel que lo obedezca, sino que lo obedezca de una manera evangélica. Él no está ordenando una obediencia robótica y legalista; Él está ordenando una obediencia evangélica, verdadera y viva. No solo obedecerle, sino obedecerle con corazones que han sido circuncidados por el evangelio. Lo que Dios requirió en el Sinaí fue la obediencia al evangelio.

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