Anulando el Acta de los Decretos (Predicación)



“anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Col 2.14)

En esta ocasión estaremos meditando en el texto de Colosenses 2.14. Permanezca con su Biblia abierta en esta porción. En primer lugar hablaremos del acta de los decretos ¿qué es y porqué es tan terrible?, luego nos enfocaremos en examinar cuál es el efecto de esta acta en nuestra relación con Dios, es decir: separación. Terminaremos hablando de cómo es que esta acta es anulada a favor nuestro.

El Acta de los Decretos

Cuando una persona comete un crimen, la ley toma nota de ese crimen y lo registran a nombre del criminal. Queda grabado en un documento o un acta que el tal hombre ha cometido dicho crimen y se le persigue para castigarlo por este. El acta de los decretos es eso. Cada pecado, cada pequeña falta que hemos cometido ha sido grabada ante el tribunal de justicia de Dios. El Juez supremo tiene registro de toda obra vil y todo insulto que hemos hecho a su nombre. Todo pensamiento o intención pecaminosa está descubierta a sus ojos y grabada en el registro delictivo celestial. Dios sostiene ante su mirada esta acta de los decretos sin soltarla y sin descanso obrará hasta ver que los crímenes grabados ahí hayan sido justamente castigados.

Y es que ese es el problema con el acta de los decretos: que es el Dios de la Biblia, un Dios justo y vengador, quien la tiene. Si fuera un dios injusto quien tuviera en sus manos el registro de nuestras rebeliones pudiéramos esperar darle algo a cambio de nuestra libertad. Tal como muchos intentan hoy día, podríamos intentar darle nuestras asistencias el culto público, darle nuestros diezmos o darle un servicio esporádico, darle nuestras buenas obras o nuestras ofrendas especiales como moneda de cambio por su perdón, esperando que el Juez simplemente esconda el acta que nos es contraria y diga “este hombre está limpio de culpa”. Pero tan sólo pensar que el Dios verdadero, el Juez justo, iría a aceptar tal soborno es un insulto a su nombre. El Rey de justicia, no va a venderse ni torcer la justicia por un miserable montón de “buenas obras” sino que va a dar a cada hombre según la obra de sus manos. Cada acto va a ser pagado con la medida que le corresponda, cada violación a la ley divina va a ser castigada por el Juez justamente. Cada delito va a ser retribuido por el supremo gobernante del universo. Lo más alarmante del acta de los decretos es eso: que está en manos de un Dios justo que no descansará hasta que su espada está bañada con la sangre de los culpables.

Hermano, la realidad de esta acta debería ser suficiente para hacer temblar a cualquiera. Si Dios tiene un registro de todas nuestras faltas y Él es justo ¿no es eso terrible? Desgraciadamente no es así para aquellos que no han abierto los ojos a la realidad de su deplorable estado. Existen algunas almas que no han entendido aun la profundidad de su maldad ni la gravedad de su pecado. Podemos avisarles a ellos de esta acta de los decretos y del Dios justo que airado la sostiene en su mano listo para entrar a juicio contra ellos, pero seguirán su camino sin inmutarse, tan plácidamente como siempre sin que exista turbación en sus corazones ¿Por qué? Porque si le dices a un hombre justo, a uno que  nunca ha cometido un crimen que la ley lo busca no se preocupará en lo más mínimo, sin embargo si se lo dices a uno que ha llenado su vida de delitos y corrupción se angustiará en gran manera. Y ese es el gran problema con estos hombres: creen que no han cometido ningún crimen, o por lo menos ninguno digno de ser condenado y con eso en sus mentes se van llenos de paz. Creen que en el acta no hay nada malo contra ellos, que Dios la verá y dirá “éste hombre sólo tuvo algunos tropezones a lo largo de su vida, nada realmente malo, déjenlo pasar al reino eterno”. Piensan en sus corazones “¿Dios es justo y tiene el registro de mis obras? muy bien, entonces seguro me premiará por mis esfuerzos” ¡Ciegos y necios! Sí, Dios es justo, sí, Dios tiene el registro de tus obras pero además tú eres considerado en esa acta como un miserable e imperdonable criminal. Tú eres tenido por el Juez supremo como un delincuente. La Escritura nos enseña con claridad que no hay ni un solo ser humano justo. No hay hombre que realice actos tales que merezcan la recompensa divina. La única recompensa que Dios le debe al ser humano es la condenación eterna ¡Entiende esto Oh hombre, que hasta el registro de los actos del caballero más piadoso sobre la tierra lo hace digno del fuego eterno ante los santos ojos de Dios! El día que el más justo de todos los hombres dé el primer paso dentro de la tumba sin conocer a Cristo será castigado con la misma dureza que el peor y más despreciable de todos los criminales por el gran Juez justo. El más puro de los individuos es tenido ante este Rey como un vil malhechor. Si esto es así, ahora imagina que ese mismo Juez te mira a través del registro de todas tus faltas, entonces ¿crees que te irá bien en el día en el que Él decida juzgarte por tus actos? Ciertamente no.

Es por esto que el acta nos es contraria. Esa acta nos acusa, nos señala diciendo “él es culpable”. Esa acta delata nuestros más ocultos e íntimos pecados delante del Dios Santo. Como un letrero sobre la cabeza de cada uno de nosotros que se levanta a la vista del Señor diciendo “Él cometió el crimen, el pecó, él merece el castigo”. Gritando a los oídos del juez “Oh Señor, levanta tu espada y haz justicia en la tierra, derrama la sangre de estos miserables pecadores y apacigua tu ira en ellos”.

Quitándola de En Medio

La importancia de esta acta es tan grande que ella es la gran cosa que se interpone entre Dios y nosotros de tal forma que es necesario quitarla de en medio para tener acceso a Dios. Hubo un tiempo en el que Dios se paseaba por esta tierra tan vívidamente como lo hacemos nosotros al salir de nuestras casas y pasear por las calles. Dios llamaba y el hombre acudía a su encuentro para escuchar su voz y deleitarse en su presencia. Sin embargo hoy Dios es tan lejano a la experiencia humana que algunos necios se atreven incluso a dudar de su existencia. No estamos diseñados para vivir sin la voz de Dios guiándonos y sin su presencia llenándonos, sin embargo, indudablemente hoy existe una tremenda separación entre Dios y nosotros ¿A qué se debe? El texto bíblico en el que nos encontramos nos dice que el acta de los decretos es aquello que está en medio, es decir: entre Dios y nosotros, separándonos. Como un muro impenetrable o un amplio abismo imposible de cruzar por el hombre.

Algunas personas creen que la cantidad de pecado o piedad determina la cercanía o lejanía de Dios. Piensan que los días o las temporadas en las que están manteniéndose con buenas obras, con lecturas bíblicas y con oraciones son tiempos en los que están más cerca de Dios mientras que en las épocas en las que se dejan llevar por sus pecados y olvidan la lectura de la Palabra y la oraciones están más lejos de Dios. Tal idea es sólo una idea de hombres pues la Biblia no da indicios de ella. Las Escrituras nos dejan ver algo muy distinto: que el ser humano está totalmente separado de Dios mientras que esta acta de los decretos que nos es contraria siga en medio, entre Dios y nosotros. Podríamos orar las más largas y emotivas plegarias, memorizar la Biblia y predicarla con vehemencia y realizar todos los mejores actos posibles en conformidad con la ley de Dios, y sin embargo no estaríamos ni un centímetro más cerca de Dios que antes de hacerlo. Porque nuestra lejanía o cercanía de Dios no se basa en los actos que realicemos sino en el simple hecho de que somos culpables de pecado, de que esa acta delata nuestra culpa ante el Rey. Porque eso es lo que el acta de los decretos dice en grandes letras “culpable”. Dios no necesita más para apartar su presencia y separarse por completo. El hecho de que seamos culpables de pecado, de uno sólo o de mil de ellos nos hace absolutamente inaceptables delante del Padre.

Piensa en esto mi hermano ¿Cuántos y cuán terribles pecados fueron necesarios para separar a Adán de su perfecta comunión con Dios? Un solo pecado, y este fue tan sólo comer del fruto de un árbol cosa que nosotros juzgaríamos como nada terrible. La Biblia no se queda corta en ejemplos de hombres que no hicieron nada terrible sino sólo acercarse a Dios con una pequeña falta y Dios respondió limpiando la faz de la tierra de la presencia de estos hombres ¿Qué vemos allí? Que no se trata de grados de bondad o maldad, si pretendes poner un pie en la presencia del Santo Dios necesitas perfecta justicia y santidad. Si piensas acercarte con una mancha, por muy pequeña que esta sea, te aseguro que Dios no será “comprensivo” y no dirá “oh bueno ¿qué tanto es tantito?”. Los limpios ojos del Rey no van a tolerar ni una mancha de corrupción entrando al salón de su trono. Porque tolerar tal infamia sería equivalente a ensuciar su nombre y fíjate en esto, el día que el Dios Santo se ensucie con una mancha por muy mínima que esta sea Él dejará de ser Santo. Si creemos que Dios no va a dejar nunca de ser Santo entonces creemos que no va a aceptar nunca nada menos que perfecta santidad delante de Él, que no contaminará su inmaculada pulcritud poniendo a sucios pecadores junto a su perfecta pureza. Puedes esforzaste, puedes dedicar tu vida entera y desgastarte para ganar su aprobación, pero mientras que aun exista la más mínima gota de imperfección en ti, serás un insecto despreciable ante los ojos del gran Rey, serás un mal que merece nada menos que ser aplastado y exterminado por el bien del universo.

Con que el acta de los decretos registre un pequeño e insignificante pecado esto será suficiente para hacerte inmerecedor de la vida eterna y acreedor de una eternidad en el fuego que nunca se apaga. Es por ello que esta acta nos separa de Dios. Si tal documento fuera eliminado, si la culpa fuera llevada, si nuestra iniquidad fuera pagada, entonces el muro sería quitado de en medio y el camino despejado pero ¿cómo será esto posible?

Clavándola en la Cruz

¡En la cruz del calvario! ¡En la muerte del Hijo de Dios! ¡En el sacrificio del Gólgota! En ese día, en ese madero la maldición del acta fue anulada y el terrible documento de acusación fue apartado de en medio ¿cómo? Al ser clavado en la cruz de Cristo.

Dios no puede dejar pecado sin castigo por el simple hecho de que Él es justo. Los pecados registrados a tu nombre en el acta de los decretos, cada uno de ellos, deben ser castigados por Dios. Muchos han tomado la idea de que Dios es amor e interpretándola a la conveniencia humana han hecho una imagen falsa de quien es verdaderamente el Señor. Es cierto que Dios es amor, es cierto que es misericordioso, pero es igualmente cierto que Él es justo y eso es algo que el cristianismo actual ha olvidado. Dios, en su justicia, debe castigar todo pecado, dejar de hacerlo sería una contradicción de su justicia y un insulto a su rectitud. Pues ¿cómo llamaríamos a un juez que no condena a los criminales? O ¿En qué opinión tendríamos a un Rey que pasa por alto las violaciones hechas a la ley? ¡Corruptos! Así que a menos que estemos dispuestos a llamar al Rey de reyes “corrupto”, debemos creer que Él no puede dejar pecado sin castigo. Y ¡Ay! de aquellos que se aseguran la perdición al sacrificar la perfecta justicia de Dios para quedarse con un dios falso que sólo sabe de amor, porque los tales no son mejores que aquel que se esculpe un ídolo a su gusto para luego postrarse ante él y adorarlo.

Alguno dirá “si Dios no puede dejar pecado sin castigo ¿Qué hay de los pecados de los hijos de Dios? ¿También serán castigados?” A menos de que queramos comenzar a adorar a un Dios corrupto debemos decir que sí, también los pecados de los hijos deben ser castigados, porque todo pecado sin excepción debe serlo para que la justicia del Rey no sea torcida. Pero he ahí lo más glorioso del evangelio, hermano, para todos nosotros que estamos en Cristo, que hemos sido unidos a Él, nuestros pecados ya han sido castigados y lo fueron en el Hijo.

Cuando en la tierra el Hijo de Dios yacía en aquella cruz y la sombra del madero se proyectaba imponente y gloriosa sobre la ladera del Gólgota, en el cielo, Dios, el gran Juez, decidió entrar a juicio contra nuestros pecados y finamente retribuir cada transgresión. Así es, hasta ese día el Rey había sido paciente con sus traidores súbditos, el Juez había postergado el juicio de los criminales, pero no más ¡El día de la cruz era el día de la justicia! En ese día y en ese preciso instante el acta de los decretos, el registro legal de tus faltas y de mis faltas fue llevada a la corte de Dios y fue desplegada ante la mirada del Santo Juez. El justo furor e indignación del Señor se encendieron al instante al ver en ese documento tantas rebeliones ¡Tus rebeliones! ¡Mis rebeliones! Y mientras pasaba sus santos ojos por cada pecado anotado ahí, el ardor de su ira crecía y crecía terriblemente. El Dios vengador levantó su espada entonces para derramar la sangre de aquellos miserables ¡Pero algo maravilloso pasó! La estocada de aquella espada, el golpe de la venganza, el castigo por tus pecados y mis pecados fue infligido pero no en ti ni en mí sino en aquel hombre que yacía colgado de la cruz. Cada pecado registrado en el acta, sin faltar ni el más pequeño, cada vez que delinquiste contra la santa ley de Dios, cada traición y cada delito tuyo y mío fue castigado por Dios en el Hijo. Tú transgrediste la ley y él pagó.

Después de ese glorioso y terrible despliegue de justicia y amor el acta ya no tenía poder sobre ninguno de nosotros. Aquel documento que clamaba por la sangre de los culpables había sido satisfecho con la sangre del único inocente cuando fue declarado culpable en el madero. El registro de nuestros delitos ya no nos acusaba ni recriminaba, no nos señalaba como deudores ni gritaba a los oídos del juez para que se hiciera justicia contra nosotros. Porque en el día de la cruz esa misma acta acusó a Cristo de nuestros pecados, culpó a Cristo de nuestras faltas y el castigo de nuestras transgresiones se aplicó al único que no lo merecía. De ese modo y sólo así el acta de los decretos pudo ser quitada de en medio despejando el camino al Padre y ser llevada a la cruz en donde fue clavada y de donde nunca volverá a levantarse para clamar por nuestra sangre. El camino está abierto, la gloria resplandece finalmente sobre nuestros rostros, nada puede alejarnos ahora de su gloriosa presencia y su tierno amor.

Pero escúchame bien hombre inconverso. Aún es posible que tú sigas siendo culpable ante los ojos del Juez porque Dios ha decidido aplicar esta anulación del acta sólo a través de la fe en Jesucristo. Pecador, ven a Cristo y aférrate de él en fe y arrepentimiento. Ven a Cristo y no faltará perdón para ti. De la cruz y de ese sacrificio fluye hasta nosotros esta bendición. No tienes que ser más deudor, no tienes que vivir con temor al castigo divino. No hay porque seguir como fugitivo. La deuda está pagada, el acta anulada. El camino está despejado, no hay muro de separación, podemos acercarnos al Rey ya no como traidores sino como inocentes. Cree y esto será tu deleite cada día. Porque la única cosa que nos hacía culpables, el acta de los decretos, fue llevada a la cruz y fue clavada ahí una vez y para siempre.

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