LOS REFORMADOS HIPER-CRÍTICOS Y ANTI-CRÍTICOS
En estos días no es poco común
encontrar a nuestros hermanos enfrascados en discusiones teológicas. Los
reformados, particularmente, tenemos fama de ser "juiciosos" y de
querer emitir un veredicto sobre cualquier cosa que vemos o escuchamos.
Puedo identificar, actualmente, a
tres tipos de reformados, tanto en redes como en la vida real, que abordan de
diferentes maneras este asunto de las tertulias teológicas. De estos tres tipos
de reformados sólo uno está haciendo las cosas bien. Los otros dos están
errando de una u otra manera, a veces por ignorancia, pero otras veces por pura
necedad.
1. LOS REFORMADOS HÍPER-CRÍTICOS
Estos reformados, el parecer,
están todo el tiempo buscando qué criticar. Ven a los demás creyentes como
discusiones potenciales más que como hermanos a quienes amar. Ellos
generalmente no se dan cuenta, pero alimentan su ego con discusiones ganadas y
se les cae el mundo cuando es demostrado que no tienen razón. Ellos casi nunca
están abiertos a aprender, siempre quieren enseñar. Casi nunca escuchan una
exposición de la Palabra para su propia edificación sino para emitir un
veredicto sobre el predicador. Ellos creen que no, pero hay mucho orgullo en
sus corazones. Les gusta pensar que están contendiendo ardientemente por la fe
una vez dada a los santos, cuando en realidad están contendiendo por la
satisfacción de tener un mejor argumento y prevalecer sobre el otro. Algunos de
ellos incluso piensan que es divertido discutir, como si fuera un deporte o un
concurso. Piensan que es sano reír junto con sus amigos de los errores
teológicos ajenos, que es gracioso observar como los inconstantes, indoctos y
neófitos engañan y son engañados. No entienden que en vez de reír deberíamos
llorar por ellos.
Amado hermano, si con estas
palabras he encendido la más mínima sospecha en ti de que pudieras ser un
reformado hiper-crítico, permíteme darte algunas pautas para que puedas ver con
mayor claridad. Mi hermano, eres un reformado hiper-crítico si...
1. Te
importa mucho los "likes" que reciban tus comentarios y
publicaciones.
2. No
soportas no tener la última palabra en una discusión.
3. Vuelves
a leer tus propios comentarios y publicaciones una y otra vez como si
estuvieras orgulloso del bebé que acabas de parir.
4. No
aceptas exhortaciones de ningún tipo.
Ahora, si eres un reformado
hiper-crítico, me veo en la necesidad de recordarte lo que dicen las
Escrituras:
"Recuérdales esto,
exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual
para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes.” (2 Tim 2.14)
"23 Pero desecha
las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. 24
Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos,
apto para enseñar, sufrido; 25 que con mansedumbre corrija a los que
se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la
verdad, 26 y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a
voluntad de él." (2 Tim 2.23-26)
"He aquí que para contiendas y
debates ayunáis y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para
que vuestra voz sea oída en lo alto." (Isa 58.4)
"Recibid al débil en la fe,
pero no para contender sobre opiniones." (Romanos 14.1)
"Pero evita las cuestiones
necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque
son vanas y sin provecho." (Tito 3.9)
2. LOS REFORMADOS ANTI-CRÍTICOS
Estos reformados usan los
versículos que acabamos de leer como excusa para evitar desesperadamente todo
tipo de discusión en todo momento. También les llamo "reformados
hippies", porque con ellos todo debe ser "amor y paz". O incluso
les he llegado a denominar: "reformados millenials", porque cualquier
cosa les ofende y cualquier nimiedad es un ataque pecaminoso lleno de soberbia
e hiper-criticismo. A ellos no les toques ni con el pétalo de una rosa porque
seguro irán a exhortarte a que no seas contencioso. Ellos, generalmente,
prefieren llamarse a sí mismos "reformados prudentes" o
"reformados maduros" porque guardan silencio en las discusiones y la
Biblia dice que es de sabios callar ¿no? Sí, debemos reconocer que hay muchas
ocasiones en las que lo más prudente es guardar silencio, sin embargo no
siempre es así, a veces no es por "prudencia" ¡sino por cobardía! O
para ser más explícitos, porque muchos de ellos son unos “princesos”. Porque
"no quiero que me digan cosas feas", o porque "no quiero caerle
mal a los demás". Hay una línea muy delgada entre la prudencia y la
cobardía. En contraste con los reformados hiper-críticos, ellos olvidan que la
Biblia dice esto:
"me ha sido necesario
escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe
que ha sido una
vez dada a los santos" (Judas 1.3)
"No juzguéis según las
apariencias, sino juzgad con justo juicio." (Juan 7.24)
En este último texto no se nos
dice que no juzguemos, sino que cuando lo hagamos lo hagamos con justo juicio.
"Yo conozco tus obras, y tu
arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado
a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado
mentirosos" (Apo 2.2)
En este texto Jesús está hablando
a su iglesia y reconociendo como algo positivo el que ella haya probado (o
“desenmascarado”) a los que dicen ser apóstoles y no lo son ¿cómo pudo haber
sucedido esto sino a través de juzgar las enseñanzas de estos individuos? ¡Debemos
juzgar!
"Pero tengo unas pocas cosas
contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que
enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas
sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que
retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco." (Apo
2.14-15)
Jesús de nuevo habla pero ahora a
otra iglesia. En contraste con el texto anterior, aquí nuestro Señor está
desagradado porque en esta iglesia “retienen la doctrina de Balaam” y “la
doctrina de los nicolaítas” ¿Y por qué retendrán estas doctrinas? Por que no
supieron juzgar entre la verdad y el error, no supieron señalar la mala
doctrina para separarla de la buena doctrina. Se necesita juzgar para no
contaminar la pureza de la fe y no provocar la ira del Señor.
“Hermanos, si alguno de entre
vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el
que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y
cubrirá multitud de pecados” (Sgo 5.19-20)
Aquello de “el error de su
camino” no tiene que ver sólo con acciones sino también con creencias. Un
creyente, se encuentra en un “camino errado”, tanto cuando está realizando
acciones pecaminosas como cuando está creyendo en doctrinas equivocadas. Por lo
tanto, hacer volver “al pecador del error de su camino” implica también
discutir con mis hermanos a fin de traerlos del error a la verdad.
"Amados, no creáis a todo
espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos
profetas han salido por el mundo." (1 Jn 4.1)
Y en este
último texto la expresión “probad los espíritus” es básicamente un mandamiento
bíblico para juzgar, a la luz de la Biblia, las enseñanzas de los maestros de
las Escrituras.
3. LOS REFORMADOS CRÍTICOS
Por los textos que hemos
mostrados, es evidente que rehuir a toda discusión es un síntoma de cobardes,
pero que discutir con un espíritu de orgullo y altanería es igual de pecaminoso
¿Qué opción tenemos?
Quisiera establecer dos
principios que son los que definen a un reformado crítico y que le distinguen
del anti-crítico y del híper-crítico.
1. Contender por la verdad no es opcional
El reformado crítico sabe esto: Necesitamos
discutir, tenemos el deber de defender la verdad, esto no es una sugerencia
sino un mandato de Dios. La Biblia describe a la iglesia como columna y
baluarte de la verdad (1 Tim 3.15), y hermanos ¿cómo podemos hacer justicia a
esta descripción tan gloriosa si no retenemos y defendemos la verdad con todas
nuestras fuerzas?
Por supuesto, esto no se trata de
ir a buscar discusiones, se trata de enseñar la verdad y si alguien quiere
mancharla con mentira ¡contender! ¿No es esto lo que la Biblia nos dice que
hacía Pablo?
“Y Pablo, como acostumbraba, fue a
ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo
por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y
resucitase de los muertos…” (Hch 17.2-3)
¿Cuánto tiempo discutió Pablo?
¡Tres días! Argumentando y razonando para demostrar bíblicamente que Cristo es
el Señor.
Cuando Juan dijo “probad los
espíritus” ¿no estaba ordenando que juzgásemos entre doctrina y doctrina? En
fin, no necesitamos volver a poner aquí todos los versículos que ya mostramos ¡Contender
por la verdad es nuestro deber! Y si nuestra lista de amigos mengua, que
mengüe. Porfavor, no seamos reformados ultra-sensibles.
2. No podemos dejar de examinar nuestros corazones
El reformado crítico también sabe
esto: Se nos pide que contendamos, pero existen incontables peligros a los que
nuestros corazones quedan expuestos cuando contendemos. No podemos darnos el
lujo de dejar de examinarnos a nosotros mismos. Talvez estamos siendo soberbios
y orgullosos, talvez estamos contendiendo por nuestro enaltecimiento, talvez
nos encanta sentirnos intelectualmente superiores a los demás, talvez hemos
dejado de contender por amor al hermano y ahora lo estamos haciendo con odio, talvez
todo esto es cierto pero no alcanzamos a verlo. Necesitamos rogar a Dios constantemente
para que abra nuestros ojos, decir como el salmista:
“¿Quién podrá entender sus propios errores?
Líbrame de los que me son ocultos.
Preserva también a tu siervo de las soberbias;
Que no se enseñoreen de mí;
Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” (Sal 19.12-13)
Líbrame de los que me son ocultos.
Preserva también a tu siervo de las soberbias;
Que no se enseñoreen de mí;
Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” (Sal 19.12-13)
Una de las características más
peligrosas del pecado es su camuflaje. Recordemos que podríamos ser los últimos
en darnos cuenta de nuestro error, y con esto en mente saber ver que, cuando
alguien se acerca a exhortarnos, aunque nos sintamos libres de culpa, podríamos
estar cegados a nuestro propias transgresiones. Por estas razones debemos ser
receptivos, aceptar las amonestaciones y volver a examinar nuestro corazón
pidiendo al Señor más luz para ver en nuestro interior y arrancar la vileza que
pudiéramos estar albergando ahí adentro.
Además, debemos saber elegir
nuestras batallas. No toda discusión vale la pena. A veces no vale la pena por
la discusión en sí misma y otras veces por la gente que quiere discutir con
uno. Aunque nuestro corazón esté libre de orgullo y tengamos la mejor
motivación, a veces lo mejor es ignorar a los detractores y seguir con algo de
mayor importancia para el reino. Hay muchos hombres que no quieren tener un
sano intercambio de razones sino que sólo quieren revolcarse en su necedad e
insultarte. No valen la pena. El Señor bien dijo que no debemos echar las
perlas a los cerdos (Mat 7.6).
Amados hermanos, en conclusión, jamás
debemos dejar de contender por la verdad, ojalá entendamos bien esto. Sin
embargo debemos volver una y otra vez a examinarnos, no contender con un
espíritu altivo sino con uno de mansedumbre, y debemos saber elegir nuestras
batallas ¡Que el Señor nos asista!
Comentarios
Publicar un comentario