Matrimonios: Sujeción y Amor



¿Qué es lo que Dios ha ordenado para el matrimonio? Dios demanda de la esposa "SUJECIÓN" y del esposo "AMOR" (Ef 5.22, 25) No obstante, ni la sujeción ni el amor bíblicos son como nos los pinta nuestra época y cultura.

LA SUJECIÓN DE LA ESPOSA


La sujeción no implica inferioridad, humillación, misoginia o menosprecio por la mujer. No, nada de eso. La sujeción simplemente implica ORDEN. Es todo. Dios determinó que el orden en el que la institución del matrimonio y de la familia debían ser dirigidas sería con el varón como cabeza. Como ilustración podemos pensar en el orden que hay en la Trinidad: Cristo está sometido al Padre y él hace, siempre, la voluntad del Padre, pero eso no implica que Cristo sea inferior al Padre, sólo implica que hay ORDEN en la Trinidad. Como nuestros gobernantes, a los cuales debemos sujeción sin que esto implique que ellos valgan más como personas que los civiles. ¿Cuán caótico sería todo si cada individuo quisiera mandar a manera de autoridad civil? ¡El orden es bueno y necesario! Alguien tiene que estar al frente y alguien debe sujetarse. Si todos intentan dirigir el mismo tiempo las cosas sería caóticas. No obstante, la sujeción que la mujer debe al esposo no es absoluta, no es obediencia ciega, ni tampoco es anular el juicio u opiniones de ella. La esposa puede y aún debe desobedecer si el varón demanda algo contrario a lo que Dios pide, pues ella debe obediencia y sujeción a su Dios por encima de las demandas de su esposo. También puede desobedecer si la petición del varón implica un daño a su persona. Además, puede compartir su juicio y opiniones en la toma de decisiones, y debe corregir al varón si él está desviándose. Todo esto, siempre con un espíritu de humildad y con amor, y no colocándose por encima de él.

EL AMOR DEL ESPOSO


Por otro lado, el amor que es demandado del esposo no implica simple provisión de necesidades y/o lujos que la esposa pudiera desear. Amor no es simplemente trabajar mucho para brindarle a la mujer una buena vida en este mundo. Tampoco es simplemente cariño, ternura, cursilerías y romanticismo. Por supuesto, ni la provisión necesaria ni el cariño de pareja deberían terminar en un matrimonio, pero el amor bíblico es mucho más que eso. El amor que bíblicamente es demandado del esposo implica sí una entrega (Ef 5.25), pero no implica que el varón deba entregar todo de él con la finalidad principal de consentir a la esposa o regalarle muchas cosas bonitas, sino "PARA SANTIFICARLA" (v. 26). El amor de un esposo bíblico es una amor que está dispuesto a entregarse enteramente con tal de santificar a su pareja. Muchos esposos cumplen en suplir las necesidades y aún los lujos de ella, muchos otros cumplen en ser cariñosos, lindos y "amorosos", pero pocos cumplen en entregar tanto como sea necesario en pro de la santidad de su mujer. El punto es amarla como Cristo amó a su iglesia. Todo se aclara cuando notamos que el amor divino radica principalmente en el rescate del pecado para proveernos de la verdadera santidad. Cristo entregó todo de sí para hacernos santos. No se espera menos del esposo.

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