PORQUÉ EL BAUTISMO DE INFANTES ES BÍBLICO
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Primero que nada. El
bautismo de infantes, tal y como lo entendemos los presbiterianos, no tiene
correspondencia con el bautismo como lo entiende la iglesia católico romana.
La iglesia católico romana
cree en algo llamado “regeneración bautismal”. Es decir, que cuando los niños
son bautizados el pecado original es removido y su alma viene a ser blanca,
pura y libre de pecado. Pero esta no es la forma en la que los presbiterianos
pensamos sobre el bautismo. Nosotros rechazamos la doctrina romana de la
“regeneración bautismal” ¿Qué es lo que creemos entonces?
Es un hecho que nosotros
bautizamos a nuestros hijos y que decimos hacerlo respaldados por las
Escrituras, entonces ¿cuál es ese respaldo Escritural?
Por un lado, no tenemos un
mandato explícito que diga “Todo creyente deberá bautizar a sus hijos”. Así que,
al final, esta doctrina no es más que una inferencia lógica extraída de ciertas
verdades bíblicas. Alguno podría pensar que por este simple hecho, esta
doctrina ya es cuestionable. Pero no debemos minimizar las doctrinas a las que
se llega por inferencia como si fueran inferiores que las que creemos por
evidencia explícita. De hecho, uno de los dogmas más importantes de todo el
cristianismo es una inferencia lógica. Me refiero a la doctrina de la trinidad.
No hay un texto explícito sobre este dogma de la iglesia. La misma palabra
“trinidad” ni siquiera se encuentra en las Escrituras. Sin embargo, el rechazo
de esta doctrina nos lanza directamente afuera de todo el cristianismo con la
etiqueta de “herejes”. Tal es la fuerza de una doctrina por “inferencia
lógica”, así que no deberíamos minimizar el paidobautismo simplemente por no
ser una doctrina que descanse sobre textos explícitos.
Entonces, ¿cuáles son esas
verdades bíblicas de las cuales se infiere o extrae la doctrina del
paidobautismo?
1. La
continuidad de la iglesia desde el AT y hasta el NT.
Existe la creencia de que
Dios intentó tener algo con Israel pero como ellos no respondieron
adecuadamente Él canceló todo lo que había hecho hasta entonces e inició un
movimiento totalmente nuevo en Cristo y con la iglesia. Sin embargo la Biblia
no nos deja pensar así. Jesús habló de esto cuando dijo:
“También tengo otras ovejas
que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá
un rebaño, y un pastor.” (Jn 10.16)
Aquí Jesús nos está hablando
de dos rebaños, éstos son: los judíos y los gentiles. Y él no nos deja con la
idea de que abandonará un rebaño para ir por otro sino que integrará un rebaño
al otro. Que donde antes había dos rebaños ahora “habrá un rebaño, y un pastor”.
Pero, por si esto no fuese
suficientemente explícito, el apóstol Pablo nos saca de toda ambigüedad cuando le
habla a los gentiles con las siguientes palabras:
“12 En aquel
tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los
pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
13 Pero ahora en Cristo Jesús,
vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la
sangre de Cristo.
14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno,
derribando la pared intermedia de separación,
15 aboliendo en su carne las
enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en
sí mismo de los dos un solo y nuevo
hombre, haciendo la paz,
16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo,
matando en ella las enemistades.” (Efe 2.12-16)
La expresión más clara de
esta porción probablemente es la de “de ambos pueblos hizo uno” ¿De qué pueblos
estamos hablando? Los judíos y los gentiles. Según esto, nosotros los gentiles,
que antes estábamos “alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos
de la promesa”, ahora en Cristo, hemos sido integrados con los judíos en un
solo cuerpo y un solo pueblo ¿Finalmente qué somos? Somos Israelitas, somos el
pueblo del pacto ¡El mismo pueblo del que nos habla el Antiguo Testamento!
Podemos decir con toda
seguridad que la Iglesia no es un grupo separado de Israel, más bien lo culmina
y se funda sobre él.
Tan cierto es esto, que la
Biblia no teme en quitarle el título de “hijos de Abraham” a los descendientes
naturales de Abraham y dárselo a los creyentes. Pablo deja claro este punto con
las siguientes palabras:
“Pues no es judío el que lo
es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la
carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la
del corazón” (Ro 2.28-29)
“Sabed, por tanto, que los
que son de fe, éstos son hijos de Abraham” (Gal 3.6).
Si usted ha creído en Cristo,
usted ha sido verdadera e internamente circuncidado, usted es judío, usted es
hijo de Abraham, usted es un verdadero Israelita, usted es parte del pueblo del
pacto. Y todo hombre que haya profesado fe en Jesucristo está incluido en esta
vinculación gloriosa. Somos parte del mismo organismo al que pertenecieron
Moisés, David, Elias, Josué, etc… ellos son de nuestro pueblo y nosotros somos
del mismo pueblo que ellos ¿Cuál pueblo? El pueblo del pacto.
¿Aún no logra ver la
conexión entre esto y el bautismo? Espero un poco, pronto lo verá.
2. Ser parte
del pueblo de Dios es lo mismo que ser parte del pacto con Dios
Después de que hemos dejado
establecido que somos un mismo pueblo desde el A.T. hasta el N.T. debemos hacer
unas cuantas aclaraciones en cuanto a la naturaleza de este único pueblo. Lo
primero que quiero que entendamos es que ser parte del pueblo de Dios es lo
mismo que ser parte del pacto con Dios o de estar en pacto con Dios.
En Génesis 17 Dios hizo un
pacto con Abraham con las palabras: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu
descendencia después de ti” (Gen 17.7)
Además, como cuando en las
bodas el novio le da un anillo a la novia como una señal que sellará el
compromiso matrimonial, Dios le dio a Abraham una señal para sellar este pacto,
y la señal fue la circuncisión: “Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro
prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros” (Gen 17.11).
Y al final, Dios remató todo
esto diciendo: “Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la
carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi
pacto.” (Gen 17.14). Dios dice que la persona que no tenga la señal del pacto
(la circuncisión) será cortada del pueblo ¿cuál es la razón? ¡Que ha violado el
pacto! Dejando de lado la cuestión de la circuncisión, el punto que deseo
resaltar con todo esto es el siguiente: Estar en el pueblo de Dios es estar en
pacto con Dios y violar el pacto es dejar de ser de su pueblo. Esto se ve
claramente en las palabras: “aquella persona será cortada de su pueblo; ha
violado mi pacto”.
3. Se puede
estar en pacto con Dios sin ser salvo
Una vez que hemos entendido
los dos puntos anteriores, podemos pasar a argumentar el siguiente punto: Se
puede estar en pacto con Dios sin ser salvo.
Mucha gente piensa que
aquellos que son pueblo de Dios y que están en pacto con Él son, todos,
necesariamente, poseedores de la vida eterna. Pero no es así.
Desde el A.T. podemos ver
esto: Esaú, hijo de Isaac, recibió la señal del pacto, fue circuncidado, y por
lo tanto fue considerado parte del pueblo de Dios. Sin embargo, él no fue
salvo. Las Escrituras dicen: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Ro 9).
Ismael, hijo de Abraham,
también recibió la señal del pacto, fue circuncidado, y por lo tanto también
fue considerado parte del pueblo de Dios en su momento. Sin embargo, también
creemos que él no fue salvo.
Por otra parte, Isaac, a los
ocho días de nacido fue circuncidado y con ello pasó a formar parte del pueblo
del pacto, pero ¿Quién se atrevería a decir que a partir de ese rito él fue
salvo? Sin duda alguna ese rito lo introdujo al pueblo del pacto, pero no
creemos que le haya traído vida eterna.
Todo esto nos conduce a una
conclusión: Se puede estar en pacto con Dios y ser parte del pueblo de Dios y
al mismo tiempo no ser salvo.
Podemos ver esto mismo en el
N.T. cuando en Hebreos se habla de esta manera:
“¿Cuánto mayor castigo
pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la
sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de
gracia?” (Heb 10.29)
Analicemos brevemente este
texto: Leemos de una hipotética situación en la que cierto individuo “fue
santificado” en la sangre del pacto. Es decir, que él realmente estaba en el
pacto y en el pueblo de Dios. También se nos dice que este hombre, después de
haber sido santificado en la sangre del pacto, pisoteó al Hijo de Dios y tuvo
por inmunda la sangre del pacto. Osea que violó el pacto y quedó fuera de él.
Nosotros sabemos que la salvación no se pierde, así que ¿cómo podríamos
interpretar esto?
No debemos entender aquí
“santificado” como el proceso que precede a la justificación, por el cual vamos
siendo conformados a la imagen del Hijo. “Santificado” aquí significa
simplemente “separado” o “apartado” y nos habla del hecho de que toda persona
que entra en pueblo del pacto queda separada del mundo en un sentido muy real,
sin que esto no implique vida eterna.
Así que, el versículo nos
habla de un individuo que seguramente hizo profesión pública de fe en Cristo,
que por lo tanto fue verdaderamente integrado en el pueblo del pacto, que por
esto mismo fue separado del mundo (santificado), pero que no obstante, jamás tuvo
una fe genuina, jamás fue salvo, y es por ello que él es capaz de pisotear el
Hijo de Dios y tener por inmunda la sangre del pacto.
Este individuo
verdaderamente fue parte del pacto y luego verdaderamente salió del pacto, sin
embargo, verdaderamente nunca fue salvo. En conclusión: Se puede estar en el
pacto sin que esto implique salvación.
4. Los niños
están incluidos en el pacto tanto en el A.T. como en el N.T.
Antes de continuar hagamos
un recuento de lo que hemos dicho. En primer luagr: Somos parte del mismo
pueblo de Dios que existió desde el A.T. En segundo lugar: Ser parte del pueblo
de Dios es sinónimo de estar en pacto con Dios. En tercer lugar: Estar en pacto
con Dios no implica necesariamente ser salvo. En cuarto lugar diremos que Dios
incluye en su pacto a los niños.
Esto es especialmente claro
en el A.T. cuando Dios mandó circuncidar a los bebés al octavo día (Gen 17.12).
Esta circuncisión era señal de la inclusión de ellos en el pueblo del pacto aunque
esto no implicaba que ellos llegaban a ser salvos al ser circuncidados. Pero el
punto es que Dios abrió las puertas de su pacto a los adultos junto con sus
hijos desde entonces.
Llegando al N.T. podemos ver
lo mismo. Pedro, predicando a los judíos lo dijo con mucha claridad:
“Arrepentíos, y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y
para vuestros hijos” (Hech 2.38-39)
Pedro da a su audiencia una señal
para marcar su inclusión a este “nuevo movimiento” (que no es realmente nuevo
como ya hemos visto). Pero la señal ya no es la circuncisión, sino el bautismo.
Luego, él remata diciendo que esto no es sólo para los adultos capaces de
razonar y aceptar conscientemente su mensaje, sino que ¡Es también para sus
hijos! “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos” (Hch 2.39).
Este texto nos muestra que los hijos de los creyentes, aún en el N.T., están
incluidos también en el pacto.
Otro texto que probablemente
nos apunta a la misma realidad es el que encontramos en 1 Corintios 7:
“12 Y a los demás
yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella
consiente en vivir con él, no la abandone. 13 Y si una mujer tiene
marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. 14
Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en
el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que
ahora son santos.” (1 Cor 7.12-14)
En este texto Pablo nos
habla de un matrimonio en el cual sólo uno de los dos cónyuges es creyente y
otro no. Él explica que por el hecho de que uno de los dos sea creyente los
hijos de ellos son “santos” y no “inmundos” ¿Qué significa todo esto?
Aquí, nuevamente, la palabra
“santos” no debe interpretarse como la obra del Espíritu Santo por la cual
vamos siendo transformados a la imagen de Cristo. Debe leerse con el contexto
del A.T. en mente. En ese entonces, algo santo era algo “separado” para Dios
por un rito de purificación. Y es probable que Pablo tenga en mente,
específicamente, el rito de la circuncisión, el cual introducía a los niños al
pueblo del pacto.
Así que cuando Pablo dice
que los hijos de este matrimonio son “santos”, nosotros interpretamos que esto
significa que estos pequeños son parte del pueblo del pacto por ser hijos de,
al menos, un creyente.
Pablo entonces contrasta el
ser “santo” con el ser “inmundo”. Lo cual, en el A.T. significaba quedar fuera
del campamento y por lo tanto, fuera del pacto con Dios.
Lo que Pablo está diciendo
es que, si los dos padres fueran no creyentes, los hijos estarían fuera del
pacto (ser inmundos), pero ya que al menos uno de los dos es creyente, los
niños quedan incluidos en el pacto (son santos).
Y regresamos a nuestro punto
entonces: Los hijos de creyentes están incluidos en el pacto con Dios. No hay
otra forma de interpretar estos pasajes sino es a través de esto.
Pero, si los hijos de
creyentes están incluidos en el pacto, entonces ¿no tendrían ellos derecho a
recibir la señal del pacto? ¡Por supuesto que sí! Y en el A.T. lo recibían en
la circuncisión. Pero ¿y ahora? Nosotros, los presbiterianos, creemos que el
bautismo vino a reemplazar a la circuncisión como señal de inclusión al pueblo
del pacto de Dios. ¿Sobre qué base bíblica decimos esto? Lo explicaremos en el
siguiente punto.
5. El bautismo
es el reemplazo de la circuncisión
El texto bíblico más
explícito en este asunto es el que encontramos en Colosenses 2:
“En él también fuisteis circuncidados
con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso
carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo en el
cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios
que le levantó de los muertos.” (Col 2.11-12)
El apóstol Pablo está
diciendo que “En él”, osea “En Cristo”, los cristianos fuimos circuncidados.
Así es, aún en nosotros, cristianos del N.T. se lleva acabo la circuncisión ¿Es
usted cristiano? ¡Entonces usted está circuncidado! No obstante, esta no es una
circuncisión física y literal sino una espiritual. Esto queda claro cuando
Pablo dice que esta es una circuncisión “no hecha a mano, al echar de vosotros
el cuerpo pecaminoso carnal”.
Aquel “cuerpo pecaminoso
carnal” es nuestra naturaleza pecaminosa, nuestra innata inclinación por el
pecado, la cual “echamos de nosotros”. Esta “naturaleza pecaminosa”, o “cuerpo
pecaminoso carnal”, en otros lugares en las Escrituras también recibe el nombre
de “el viejo hombre”. La idea es que nosotros morimos a lo que solíamos ser,
tomamos ese “antiguo yo” (cuerpo pecaminoso carnal) y lo arrojamos lejos de
nosotros porque en Cristo vamos a ser algo totalmente nuevo. Pero ¿qué ocurre
con ese “antiguo yo”? Según este texto ¡Queda sepultado con Cristo!
La pregunta es ¿cuándo
sucede todo esto? ¿Cuándo fuimos circuncidados y ocurrieron todos estos
movimientos espirituales? ¿Cuándo, según este texto? ¡En el bautismo! (v.12)
Pablo está tratando de
convencer a los colosenses de que no se circunciden argumentando lo siguiente:
¡Ustedes ya fueron circuncidados, no en lo físico sino en lo espiritual! ¡Y
esto sucedió cuando fueron bautizados!
Esto, sin lugar a dudas,
coloca al bautismo como el sucesor de la circuncisión. Si la gente ya no es
circuncidada es porque ahora es bautizada.
Otro argumento para decir
que el bautismo es el reemplazo de la circuncisión es el hecho de que ambos son
empleados como ritos de iniciación o inclusión al pueblo de Dios.
En el A.T., para que una
persona no-judía, un gentil, pudiera ser parte de pueblo ¿Qué rito marcaría su
inclusión a dicho pueblo? ¡La circuncisión! Para que un incrédulo pueda ser
parte de la comunión de los santos y de la membrecía de la iglesia ¿Qué rito marca
su inclusión a la iglesia? ¡El bautismo!
Es significativo que ambos
sean ritos de iniciación o inclusión. Nosotros no creemos que esto sea mera
coincidencia sino que se debe a que, tanto el bautismo como la circuncisión,
señalan esencialmente a la misma realidad espiritual.
Y precisamente esto último
constituye uno de los mejores argumentos para pensar en el bautismo como el
reemplazo de la circuncisión: ¡Que ambos señalan a las mismas realidades
espirituales!
Pensemos primero en la
circuncisión ¿Qué realidad espiritual señalaba la circuncisión? Romanos 4.11
dice que Abraham “recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia
de la fe”. En otras palabras, la circuncisión señala a lo que nosotros
conocemos como la “justificación”.
Pero no sólo eso, del texto
de Colosenses 2.11, el cual ya hemos analizado, podemos aprender que la
circuncisión también señala hacia la regeneración. Eso es lo que entendemos por
“"echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal" para luego ser
"sepultados con él" y finalmente "también resucitados con
él". Es la misma idea del corazón de piedra siendo extirpado para poner en
su lugar uno de carne (Ez 36.26). Es la regeneración.
La circuncisión señala
entonces a la justificación y a la regeneración. Pero ¿a qué señala el
bautismo? La Escrituras nos abruman con la amplia variedad de expresiones que
emplean para explicar el significado del bautismo: El perdón de los pecados
(Mar 1.4; Hch 2.38), un lavamiento o purificación de los pecados (Ef 5.26; Hch
22.16) la muerte del viejo hombre y la resurrección a una vida nueva (Ro 6.3-5;
Col 2.11-12) y el estar revestidos de Cristo (Gal 3.27).
No obstante, podemos tomar
todas estas declaraciones y resumirlas en dos: Justificación y regeneración. El
espacio no alcanza para explicar cada uno de estos textos. Pero amado lector,
si usted está interesado en este tema le invito a que busque lo siguientes textos Mar 1.4; Hch 2.38; Ef 5.26; Hch 22.16;
Gal 3.27 y observe por sí mismo como en ellos se puede observar el bautismo como señal de la justificación mientras que en
estos otros Ro 6.3-5; Col 2.11-12 podemos observar que el bautismo señala a la
regeneración.
Así que tenemos dos ritos de
inclusión al pacto y ambos señalan a las mismas realidades espirituales. Para
este punto sería necedad no aceptar que el bautismo es el reemplazo de la
circuncisión.
6. El bautismo
llegando a “casas” y “familias” y no sólo a individuos
La Biblia nos habla del
bautismo siendo administrado a “casas” y a “familias” (Hch 16.14-15, 30; 1 Cor
1.16) y no sólo a individuos. No podemos saber si en esas “casas” y “familias” hubo
niños, pero el apóstol Pablo tampoco lo sabía cuando le dijo al carcelero de Filipos:
“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. ¿Y qué sucedió? “Y
le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y
él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en
seguida se bautizó él con todos los suyos” (Hch 16.32-33). ¿Qué hubiera pasado
si el carcelero hubiera tenido niños pequeños? ¿Pablo hubiera dicho “disculpa,
siempre no, cuando dije «tu casa» me refería a los adultos nadamás”? Creemos que
no. Si en la casa del carcelero hubo niños, de seguro quedaron incluidos en la expresión: "con todos los suyos", y fueron bautizados.
7. La
controversia que nunca hubo
Dejar la circuncisión causó
gran controversia en la iglesia primitiva, costó mucho trabajo desarraigar esta
práctica por todos los siglos que nuestro pueblo estuvo realizándola. Pero nuestro
pueblo también estuvo por siglos incluyendo a sus hijos en el pacto, circuncidándolos.
Llega el evangelio y ¿ahora están excluidos? ¿Acaso no se supone que el nuevo
pacto es más inclusivo que el antiguo? Y si ahora nuestros hijos están fuera ¿No
sería esto motivo de protesta? Pero no vemos ninguna controversia en todo el
primer siglo. Nadie discutiendo sobre el asunto ¿No será esto indicador de que
todos los cristianos daban por sentado que los niños debían seguir incluidos en
el pacto y que debían seguir recibiendo la señal del pacto que ahora era el
bautismo?
En conclusión.
Estos son los principios
sobre los que se sostiene el paidobautismo. Si somos el mismo pueblo del A.T.,
si somos el pueblo del pacto, si estar en pacto no implica necesariamente ser
salvo, si los niños están incluidos en el pacto, si se nos dio el bautismo como
reemplazo de la circuncisión y si el bautismo llegó a hogares enteros ¿Por qué
no habríamos de marcar a nuestros hijos con la señal del pacto que es el
bautismo?
Si lo pensamos bien, un
cambio tan significativo como dejar a los niños fuera del pacto ameritaría un
mandato explícito en las Escrituras, sin embargo no tenemos ningún texto
bíblico donde se diga que los niños ahora han quedado fuera del pacto. Por lo
tanto deben seguir incluidos y debemos seguir administrándoles la señal del
pacto que ahora es el bautismo.
Ya hemos dicho que ser parte
del pueblo del pacto no es lo mismo que ser salvos. Es importante remarcar esto
porque al introducir a nuestros hijos al pacto a través del bautismo no estamos
diciendo que ellos están adquiriendo la vida eterna. Sin embargo hay ciertos
cuidados y bendiciones de Dios para todos aquellos que estén en relación de
pacto con Él (ya sea que terminen siendo salvos o no) y nosotros deseamos esos
cuidados y bendiciones para nuestros hijos.
Por estas razones y muchas
otras que por espacio no podemos exponer, el bautismo es para los creyentes y
para sus hijos.
así es totalmente de acuerdo contigo
ResponderEliminarTriste inferencia ilógica en las Escrituras, cómo puede una tradición pos-reforma ser validada sin ningún registro histórico sino solo la práctica de la gran Ramera que nunca fue la iglesia de Cristo.
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