Lo Que Uno Deja Atrás Al Ser Un Creyente Verdadero



Antes de entrar de lleno a este punto será importante aclarar que no es lo mismo decir: “lo que uno tiene que dejar atrás al ser verdadero creyente” que decir: “lo que uno tiene que dejar atrás para ser verdadero creyente” ¿Notas la diferencia? Yo no estoy hablando de que necesitas dejar algo para ser un creyente o para ser salvo, estoy hablando de que al ser creyente, al ser salvo, cuando ya eres un verdadero creyente, lo natural, lo que debe suceder, es que dejes atrás ciertas cosas. No que el dejarlas te haga creyente o salvo sino que vas a dejarlas porque eres creyente y salvo. ¿Por qué es importante hacer esta aclaración? Porque si hay algo sumamente importante para nosotros como cristianos, reformados y bíblicos, es que la salvación no se gana ni se merece. La salvación no la compras al dejar atrás ciertas cosas ni llegas a ser digno de ella por renunciar a tus posesiones. Sino que es por gracia y por pura gracia, por la muerte y vida de Cristo Jesús y no hay otra razón posible. Habiendo aclarado esto, procedamos con el punto. ¿Qué es lo que uno debe dejar atrás al ser un creyente verdadero? ¿Qué hay en la Biblia acerca de esto? ¿Qué es lo que tuvieron que dejar los verdaderos hombres de Dios? ¿Qué dice Jesús que hay que dejar? Para esta sección tomaremos lo que dijo Jesús y el ejemplo que nos dieron los apóstoles.

1. Renuncia A Lo Que Eres

Para empezar, al ser un verdadero creyente debes negarte a ti mismo. Tal vez a veces lo complicado sea entender qué significa eso. Te ayudaré a entenderlo. ¿Quién eres? Porque si debes negarte a ti mismo, debes negar lo que eres, porque “lo que eres” es lo mismo que “tú mismo”. Así, la frase: “debes negarte a ti mismo” es equivalente a la frase “debes negar lo que eres”. Por lo tanto, preguntaré de nuevo ¿Quién eres?... Eres más que un nombre o una profesión. La manera más simple de responder es esta: Tú eres el conjunto de todos tus “soy”. Déjame explicarme. Piensa en todo lo que puedes decir que eres, por ejemplo: Soy fuerte, soy decidido, soy guapo, soy estudiante, soy admirable, soy inteligente… etc. Eso es lo que eres (o al menos lo que tú crees que eres). Ahora piensa por un momento en todo eso ¿ya lo tienes? Bien, pues tienes que negarlo todo, rechazarlo, dejarlo atrás. Tienes que negarte a ti mismo, negar lo que eres, ya no serás tú mismo. Todo tu ser queda atrás, no puedes seguir siendo lo que has sido hasta ahora ¡Ya no más! "Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo” (Mateo 16.24)

Alguien puede reclamar y decir “pero si me niego a mí mismo entonces yo ya no voy a ser yo ¿Quién o qué se supone que seré ahora?” Ese es el punto. Ahora serás un hombre luchando por eliminar todo lo que eras anteriormente, de crucificar todo eso con el único fin de que Cristo sea y viva en ti, de que seas lo más parecido a Cristo. No estoy hablando de un parecido físico, de costumbres culturales o de formas de vestir, sino de un parecido en lo espiritual y en lo más íntimo de tu corazón. Si Cristo amaba a la gente, ahora tú tienes que amar a la gente. Si Cristo pensaba constantemente en servir a los demás, ahora tú tienes que pensar constantemente en servir a los demás. Si Cristo tenía como mayor anhelo el hacer la voluntad de su Padre, ahora tú tienes que tener eso como mayor anhelo. Si Cristo dejó todo por obedecer a Dios de tal manera que dio hasta su propia vida, ahora tú tienes que dejar todo por obedecer a Dios de tal manera que puedas dar tu propia vida por ello. Entiende que ya no eres tú, ya no vives tú, ya no existes tú, te has negado a ti mismo y ahora sólo está Cristo en ti, ya no vas a hacer lo que quieras y desees, sino lo que Cristo en ti quiera y desee... o al menos así debería ser. "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gal 2.20)

2. Renuncia A Los Tesoros De Tu Corazón

2.1. A tus posesiones
Por otra parte la noticia es que no sólo tienes que renunciar a lo que tú eres, sino a lo que tú tienes. ¿Has luchado arduamente por llegar a poseer alguna de las pertenencias que posees hasta ahora? ¿Has trabajado duramente y ahorrado duramente meses o años para comprar alguna cosa? ¿No es cierto que cuando al fin la tienes la aprecias de una manera muy especial? Pues ahora tienes que desvalorizarlo por completo, renunciar a eso que más aprecias y no sólo a eso que apreciar de manera especial, sino A TODO LO QUE POSEES, todas tus pertenencias, todos tus bienes. Piensa cuál es tu posesión más apreciada ¿Ya está? ahora tienes que renunciar a ella. “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14.33)

Esto no significa que debas vender todo lo que tienes y quedar pobre como una rata, significa que debes tener un concepto adecuado de todo lo que posees. Que fácilmente podrías deshacerte de cualquiera de tus pertenencias y no representaría una gran pérdida para ti. Que si Dios te dijera: “voy a quitarte todas tus posesiones” Tú dirías como Job: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.” (Job 1.21) Que nada de lo que tengas en este mundo sea considerado por ti como un verdadero tesoro, nada de lo que posees tenga un valor realmente alto para tu corazón. "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan” (Mateo 6.19) Que puedes tener posesiones en este mundo pero realmente, en esta tierra, no haya nada de gran estima para tu alma porque no puede haber bien para ti fuera del Señor “Tú eres mi Señor; No hay para mí bien fuera de ti.” (Salmo 16.2)

2.2. A tus sueños
Ahora, por otro lado. Este no es únicamente un llamado a dejar atrás la estima que tienes por tus posesiones materiales, sino por todo lo que consideras de gran valor en este mundo, TODO. Por ejemplo: ¿Tienes un sueño dorado, que tiene que ver con las cosas de este mundo, el cual significa mucho para ti? ¿Tienes metas y proyectos, en la vida en esta tierra, que impulsan tu corazón día a día? ¿Tienes grandes anhelos en tu corazón por algo de este mundo? Por cualquier bien, cualquier gran idea o pensamiento, cualquier información de suma importancia y trascendencia, cualquier plenitud de estado emocional como felicidad o placer. ¿Anhelas, buscas y tienes por tesoro y por suma ganancia alguna de esas cosas? Bien, pues ahora todo eso debe significar nada, debes perderlo todo pues de ahora en adelante todo ello NO va a representar para ti algo valioso en ninguna manera ¡Sino que ahora, todo eso será pérdida y basura en comparación del amor y de la excelencia del conocimiento de Cristo! “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil. 3.7-8)

De nuevo, esto no significa que debas borrar todo eso de tu mente, cancelar todos tus proyectos y sueños, y abortar todos los planes. Puedes tenerlos, pero ya no serán cosas tan preciadas para ti. No tendrán más el mismo valor que solían tener ni el mismo lugar en tu corazón, no serán un tesoro. En vez de eso, tu tesoro estará en la eternidad. Si tienes algo de valor, si tienes algún bien, ahora éste debe encontrarse allá en los cielos y no aquí en la tierra. “sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.” (Mateo 6.18)

2.3. A tus seres queridos y a tu vida.
Así pues, no sólo vas a dejar de atesorar de esa manera todos tus sueños, proyectos y posesiones materiales, sino que también debes dejar de atesorar tú propia vida y la de tus seres queridos como algo valioso, a tu padre y madre, a hermanos y hermanas. Ellos no tienen ningún valor en comparación con el tesoro celestial, son nada. Ningún ser humano debe ser lo más preciado para tu corazón, sino que lo más preciado debe pertenecer al cielo  y al lado de eso, al lado de la gloriosa herencia que hay para ti junto al Padre y el amor que tienes por ÉL, el amor que puedas tener por tus seres queridos y por sus vidas comparativamente parecerá odio. Así de estimables deben ser para ti los tesoros en el cielo. Que puedas proclamar con cada fibra de tu ser: “Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es.” (Isa. 40.17) “Cómo nada es mi familia y mi vida, en comparación de Cristo son estimados a menos que nada” A ese grado debes renunciar a la vida tuya y de tus seres queridos, considerándolos menos que nada y aún, comparativamente, aborreciéndolos. "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo." (Lucas 14.26)

Comprende, mi hermano, que si esto lo pide el Señor, sí, es principalmente para su gloria y por amor de su nombre, pero también en cierto grado para proteger tu corazón. Él no tiene pensamientos de mal para ti, sino de paz. “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal” (Jer. 29.11) Porque ¿Qué duele más, que te traicione una persona que no aprecias nada o que traicione una persona que estimas muchísimo? Que te traicione la que estimas duele más ¿Por qué? ¡Porque la estimas muchísimo! Y entre más la estimes más dolerá su traición y entre menos la estimas menos dolerá ¿Qué duele más, perder algo poco valioso para ti o perder algo muy valioso para ti? Perder algo muy valioso ¿Por qué? ¡Porque lo consideras muy valioso! Y entre más valioso sea para ti, más dolerá perderlo y entre menos valioso sea, menos dolerá. Por que cuando le das gran valor a esas cosas también les otorgas autoridad sobre tu corazón y el poder de herirte tras su ausencia. “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mateo 6.18) Ahora dime tú ¿Existe alguna persona que jamás vaya a lastimarte o traicionarte? ¡No! ¿Existe alguna posesión que vayas a tener toda la vida sin que se pierda o se dañe? ¡No! ¿No es obvio entonces lo que debes hacer? ¡No le des valor a nada ni a nadie en este mundo, no lo atesores! Porque si tu tesoro es algo o alguien de este mundo entonces ahí estará tu corazón y cuando ese “algo” te falte, vas a desmoronarte por completo. Por otra parte, si tu tesoro está en los cielos, nunca nada podrá derribarte porque nunca nada irá a tocar los tesoros celestiales. Tienes que renunciar a los tesoros que tengas en esta tierra, tienes que restarles valor y darte cuenta que no son nada y no valen nada en comparación con el tesoro que aguarda allá en los cielos, Cristo Jesús y Dios.

3. Renuncia A Toda Tu Vida Tal Cómo La Llevas Hasta Ahora

Pensemos ahora en el ejemplo más claro de hombres naturales llamados por Jesús a seguirlo, los discípulos, en el llamamiento de ellos y en lo que tuvieron que dejar atrás. ¿Cómo fue su llamamiento? ¿Qué dejaron ellos? ¿Qué cosas perdieron al seguir al Cristo? En el caso de Pedro, Andrés, Juan y Jacobo es muy fácil notar qué dejaron atrás. A todos estos, Jesús les dijo “Síganme” y ellos dejando absolutamente todo, al instante, le siguieron. No titubearon, no renegaron, no se resistieron, no vieron atrás añorando todo lo que perderían. "Y (Jesús) les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron." (Mateo 4.19-20) Peo espera un momento. ¿Específicamente, qué es “todo”? ¡Pues todo es absolutamente todo! Dejaron sus familias, sus trabajos, sus casas, sus costumbres, dejaron toda la vida tal y como la conocían, y tomaron un nuevo estilo de vida de seguir al Maestro. La Palabra nos da testimonio de ello: "Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna." (Mateo 19.27-29)

Podríamos, sin embargo, pensar que tal vez los discípulos no tenían mucho que dejar, tal vez no tenían una esposa o hijos, ni muchas pertenencias o tierras. Y si tenían esposas tal vez ni siquiera tenían buenas relaciones con ellas y no les costaría dejarlas. Además, por otra parte, algunos de ellos eran muy jóvenes y por lo tanto solteros, tal vez ellos sólo estaban esperando la oportunidad perfecta para salir de casa de sus padres. Y además, ellos ya no tenían una expectativa de vida más allá de la pesca, seguro estaban insatisfechos y deseaban hacer algo más de sus vidas. Y así, podríamos suponer miles de cosas para decir: “Ellos no tuvieron que dejar realmente mucho” Pues siguiendo esta lógica te diré de alguien que tuvo que dejar mucho y mucho más que lo que podría dejar cualquier ser humano.

Jesús lo tenía todo, no le hacía falta nada, estaba en gloria y armonía con el Padre y con el Espíritu Santo. Imagina cuán hermoso sería encontrar a una persona que te ame perfectamente y a la que puedas amar perfectamente, y no sólo eso, sino que puedas tener una relación con esa persona por muchos, muchos años. Tú, completamente satisfecho y plena en esa persona y ella en ti, sin nada que pueda romper esa belleza de armonía. Esto sería realmente como un sueño. Bien pues, esto no se compara ni un poco con lo que tenía Jesús. Él, el Padre y el Espíritu tenían una perfecta comunión en dónde cada uno estaba satisfecho con el otro, donde no hacía falta nada y todo era plenitud. Esta comunión no sólo fue por un momento, sino que fue por una eternidad. A nosotros nos cuesta trabajo desprendernos de las personas a las que amamos y más cuando pasamos mucho tiempo con ellas y nos acostumbramos a su compañía. ¿Puedes tan siquiera imaginar cuán duro habrá sido para Jesús dejar a su Padre con quien había pasado toda una eternidad de perfecta comunión y armonía? Podemos estar seguros de que Jesús no estaba esperando la oportunidad para salir de la casa de su Padre, ni tenía una mala relación con Él. Jesús le amaba y encontraba toda la paz y el gozo que pudiera buscar en esta armonía perfecta. Por otra parte, estando ahí, con su Padre en la eternidad, no había nadie que le ofendiera o insultara, ninguna enfermedad o malestar que pudiera sufrir, ninguna herida o castigo que pudiera aplicársele en su rectitud y perfección. Él no conocía la traición o el dolor. Él tenía el poder sobre todas las cosas como el más poderoso Rey y Señor Soberano de todo el universo. Teniendo todo eso ¿crees que no tuviera una felicidad desmedida y una entera satisfacción? Por supuesto que sí. Y es eso lo que Él tuvo que dejar. Cómo podrás notar no fue poco. Y para hacer más énfasis te diré, Él no tuvo que dejar su fortuna por una fortuna apenas un poco menor que la que tenía o su corona por una corona de grado inferior. Él no dejó su reino sólo para tomar un reino un tanto menos poderoso. Sino que lo abandonó todo, y vino a hacerse lo más bajo y sucio que pudiera existir. De ser Rey y Señor, a ser siervo y un siervo de humanos. Él cambió por completo su vida de plenitud de gozo por la humillación desmedida de la encarnación en un mortal. Y estando en esta condición no tomo ni siquiera su propia vida como algo valioso para sí sino que la entregó en obediencia a su Padre y murió en una cruz, TODO POR LA GLORIA DE DIOS. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Jesús renunció a todo, a toda la vida tal y como la conocía y vino a ser algo que nunca antes había sido para hacer de nosotros lo que siempre debimos haber sido, para gloria de su Padre y en obediencia a Él.

Jesús es nuestro ejemplo de abandonarlo absolutamente todo al abandonar el reino de su Padre y humillarse hasta lo sumo, y aún la vida de sus discípulos refleja un poco de este ejemplo al dejar sus profesiones, sus casas, sus costumbres y sus vidas por seguir a Cristo. Es este el ejemplo y es claro, no tiene nada de ambiguo, no hay anda confuso en esta enseñanza ¡El llamado es a dejarlo todo! Pero eso no es muy popular ¿no es cierto? Para nosotros, ser cristiano se trata de intentar comportarte como una persona decente en el mejor de los casos, y en el peor, sólo se trata de ir a la Iglesia los domingos y pretender que Dios se agrada de ello ¿A cuántas cosas renunciaste por llevar ese cristianismo? Déjame adivinar: ¿A no ver el futbol los domingos en la mañana por ir al culto? ¿A no poder cometer todos los pecados que te gustaría cometer sólo por sentirte condenado por esta religión?

Amado hermano, si este es tu caso no estás en peligro de no recibir alguna recompensa en el cielo ¡Estás en peligro del infierno! No porque tu salvación dependa de lo que hagas o dejes de hacer, ni por algo que dejes. Pero porque si no tienes frutos dignos de arrepentimiento ¿Qué te asegura que te hayas arrepentido sinceramente? “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3.8) ¿Cómo sabes entonces que estás en Cristo? ¿Cómo puedes estar seguro que en este preciso instante que conoces a Cristo? ¿Qué dice la Biblia? "Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él." (1 Juan 2.3-5) Guardar sus mandamientos, esa es la evidencia de que uno es un verdadero creyente. Ahora dime ¿No son estos mandatos?: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo” “cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.” “No os hagáis tesoros en la tierra... sino haceos tesoros en el cielo” "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo." ¡Por supuesto que son mandatos! Mandamientos tipo: “Si quieres ser mi discípulo se te manda hacer esto, sino no quieres ser mi discípulo entonces no lo hagas” Eso es lo que son, no son preguntas retóricas, ni es un programa especial dentro del cristianismo que sólo algunos creyentes radicales optan seguir ¡Son mandatos para todos los creyentes! ¡Tienes que dejarlo TODO!

Mi hermano, si tu vida no refleja una lucha constante por guardar sus mandamientos como fruto de un arrepentimiento genuino, la noticia es que entonces sólo tienes evidencia de que nunca hubo arrepentimiento genuino, de que no estás en Cristo y de que si esta misma noche murieras no irías con Él por la eternidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Anulando el Acta de los Decretos (Predicación)

10 Características Esenciales de la Regeneración

Cómo ver Películas y Series de Forma Cristiana (1ra Parte)